viernes, 29 de enero de 2010

Desastre




Rodillas en el suelo
dialogan con la grava
y las astillas del desastre.

Manos vacías de todo
plenas de nada y sólo
polvo en la piel,
en las entrañas.

El horizonte ha estallado:
la yema del sol se escurre
desmembrada entre los dedos
de pies sin cuerpos
que soportar ya más.

Los cristales del cielo
traspasan ojos tan blandos
que quiebran en llanto
gritando;
hieren miembros
sin inocencia ya.

La sangre se escurre
entre las migajas de vida
que no quedan
huye
a un lugar donde quede lejos
muy lejos
Haití.

miércoles, 20 de enero de 2010

Aguas abril, flores en mayo




...Hoy es siempre todavía. Y siempre llego tarde. Sin embargo, hoy es un buen día para enumerar los propósitos, las predicciones de este nuevo año que ya ha ido dejando su rastro, que ha atravesado los vidrios helados de nuestras ventanas. Se han acabado las licencias meteorológicas, las hojas se han hecho nieve, que ocupa los bancos públicos y proscribe la esperanza, la caricia, la ternura, la añoranza. La nieve decora las estatuas; sin despeinar su pelo, sin mojar sus retinas reticentes. Ellas también caerán, la espera de la tierra no les es ajena. Existen pero serán escombros hundidos en el olvido. Sin embargo, se autoengañan cubriendo su latón de arrogancia y su piedra de vanidad. Quizás, esto nos suceda a nosotros con la llegada del nuevo año, del tiempo para falsas promesas. No soy la persona más indicada para advertir sobre este tema porque he respirado nieve, me he contagiado y he desarrollado cierta maestría en el autoengaño. Y, he tenido un brote de propósitos, fruto de la pandemia social que nos amenaza. Todos los años me propongo no olvidarme del cielo de Segovia, de su color- el cielo de Segovia se alza a la distancia justa, decía María Zambrano-. Aún así, conozco mi pulso, mi aliento, mi respiración y sé que lo olvidaré pero seré capaz de ver que se acercan tiempos de maleza.
Sé que la nieve no solo me ha afectado a mí y que el riesgo de pandemia es inminente en todas las personas, por lo que, en este estado de alerta máxima, me atrevo a hacer mis predicciones. Sé que seguiré sintiendo algunas ausencias de personas a las que no me atreví a tocar por miedo a contagiarles todo lo que llevo prendido. También sonreiré cuando compruebe que me siguen esperando mientras me imaginan. Aún sigo existiendo,- me diré- la mujer que habita esta carne todavía no ha muerto. Luego acallaré los pensamientos que me dicen que el hielo ya se derritió y se llevó todo lo que habíamos construido, que hizo huecos en las aceras donde mezcló la ignominia con la trivialidad. Y volveré, volveré solo para comprobar tu manera de guardar silencio mientras esperas y para quedar inmanentemente contemplándote. Sí, supongo que ese será el mejor antiviral, lo que me librará de esta infección y me alejará de la inmovilidad. Hay que tener en cuenta que siempre quedan secuelas- una vez alguien me descubrió que te pueden crecer nenúfares en los pulmones- y que yo no me libraré de seguir persiguiendo voces de personas en cuyos labios esconden afiladas espadas, que me harán recaer, que olvidarán que es la dignidad.
Y seguiré esperando que pase esta tarde y que la siguiente se convierta en lunes, jueves o, tal vez, domingo. Todavía me quedará esperanza para invertirla en causas perdidas mientras me muestran que existe un plan de contingencia para alejarse de las miserias humanas.
Y regresaré, volveré, recaeré. La nieve de Segovia es aún más peligrosa que la que se respira en Madrid. Sin embargo, hay algo más nocivo que la nieve: los aparcamientos, la falta de agua, la especulación, los monopolios... Cuando todo esto ocurra, me recetarán que inspire el aire verde oscuro que me recuerda a Madrid y que inunda de pánico a todos los que me visitan. Y entonces entenderé que tengo suerte, mucha suerte, de estar rodeada de personas que me reconstruyen, que vigilan por mi aliento, por mi respiración. Sin embargo, sé que es inevitable el cambio, que la sangre será otra sangre, que mis ojos serán otros, pero que te seguirán buscando. Y seguiré merendando tardes mientras la enloquecida fuerza del desaliento golpea mi ventana, intentando huir de la monotonía de copos de nieve que cae tras los cristales.
Alba

domingo, 10 de enero de 2010

tarde desierta





Guitarra atragantada:

Frena el emanar de las cábalas
escapadas de un pasado pesado,
pisado y abandonado.
Esa esencia a gruta maldita.
Ese sentido ácido, amoniaco.
¿Porque
el sueño no puede llevarme mientras
escucho tu grito maldito?


Se encarna en mi piel ese agosto,
ese arrullo de olas

desoladas
que suicidas hacia la orilla
corren
arrastrando los colores
del horizonte:
cementerio de peces sin rumbo.


Y mi paz en la arena tendida
a mi lado se muere

dormida;
un niño

se alborota en la lejanía
y un eco de libro acabado.

***

Su voz, TU voz
tu imaginada e hiriente voz no puedo
más que ocultar escribiendo
con lágrimas en la arena
el epílogo de una tarde más

desierta.

martes, 5 de enero de 2010

A veces, en octubre, es lo que pasa



Irene, el gusto y agradecimiento por poder compartir este espacio contigo es mío. Sin Irene, sin sus ánimos, nada de esto hubiera sido posible. En Filología Hispánica no solo he descubierto autores, textos o morfemas, sino que he conocido gente como Irene, que me ha enseñado a ver la esencia de las cosas donde yo pensaba que no había nada, que ha conseguido que sonría durante la clase más aburrida o que me ha permitido contagiarme de sus valores. Yo soy la que espero estar a tu altura literariamente. Desde luego, como persona, amiga, compañera, "rival" en el claustro, ya has dejado el nivel muy alto.

Sin más dilación, os presento el texto que nos hizo plantearnos la creación de este espacio. Todo sucedió el pasado octubre. A veces es bueno sentarse a pensar en lo que está sucediendo, en lo que seré, en lo que fui. Para mí, octubre es el mes idóneo. Por ello, volviendo a asaltar sin licencia a ciertos poetas y por la promesa a personas de mi entorno de que todavía era capaz de sentarme a escribir, surgió esto.



A veces, en octubre, es lo que pasa. Ya lo decía Ángel González; octubre nos llena de inquietud súbitamente y de desesperanza. Sin embargo, he decidido convertir sus palabras en susurros que dispersa el viento; que azotan el cielo, el mar violento. Octubre es algo que siempre llega. El tiempo no para, no cesa; pero sí nos modifica, nos transforma- siempre los mismos y siempre diferentes... Prueba de la constancia del tiempo y de cómo pasa, incesante, regalándonos días que ya no volverán, es que estoy aquí, sentada, viviendo el vigésimo primer octubre de mi vida; hoja que va cayendo, marchita, cansada, sobre la hojarasca de recuerdos, de experiencia, que espolvorea el suelo donde piso. Hace una año quizás hiciese más frío, quien sabe si al tiempo también le cuesta arrastrar consigo todas esas hojas, tratar de llevar muy lejos nuestros recuerdos amarillentos, para dejarnos desnudos, deshojados, desamparados frente a él. Quizás, nos quiera conceder una tregua, que el frío no oxide aún nuestras orillas, que tengamos tiempo de reflexionar, de construirnos, de brotar, mientras contemplamos el devenir de las aguas en un estanque cualquiera, mientras recordamos que ya nunca nos bañaremos en el mismo agua. He de agradecer esta licencia metereológica pues los cambios de tiempo siempre han resentido mis articulaciones, haciendo que esta artritis metafísica me punce aún más fuerte, que me evoque mi fuerte fragilidad. Sin embargo, por mucho que este octubre trate de engañarnos con falsos soles y golondrinas que aún llaman jugando a nuestros cristales, a mí me obliga a hacer el inventario de lo escrito, de lo vivido. Mucha gente me pregunta por qué ya no escribo, por qué soy una escritora que no escribe. Es duro sentarse ante una pantalla fría, sola, sin hojas, con el cuerpo oxidado. Delante de mí tengo algunas líneas, escritas a día de hoy el año pasado por supervivencia, que demuestran que las metáforas- las musas creo que ya tienen suficiente trabajo- no me han concedido su benevolencia. Por aquel entonces, parecía saber que la culpa no era mía, sino de la capa de cemento, latón que me recubría y que ensordecía el eco de mis entrañas. Rogaba que alguien me descubriera el lenguaje, la coherencia; que me esculpiera para no ser estatua que no ve, que no siente, que se adocena en su entorno. ¡Cómo me hubiera gustado poner el fuego donde pusiera la vida, prender la luz, despeinar el alma! Sin embargo, la lluvia, que ahora se niega a caer, ha borrado toda esperanza, ha reforzado mi apatía, llenando de gotas mi vacío. Voy a evitar hablar del porvenir- te llaman porvenir, porque no vienes nunca- pues este no va a venir a comer de mi mano. No tiene sentido seguir lamentándome sobre mi doble personalidad, sobre mi mar acogedor y mi cielo violento. Quizás merezca la pena llenar los pulmones del aire verdoso que lleva a lugares lejanos, mirar más allá del horizonte, dejar que el infinito me impregne- mientras haya infinito, habrá esperanza-. El curso de las aguas, gracias a esta sequía, es muy lento. Imito el curso que se rebela para no llegar otra vez a los mismos lugares, no encontrarse con los mimos tópicos, no caer una y otra vez en los mismos errores. Esta vez no he refrenado mi marcha, he vuelto a lugares donde he sido feliz, muy feliz, y donde no debería haber regresado nunca. Me he sentado con la intención de raspar el óxido de los recuerdos, de quitarme las cenizas de lo que fui para renacer, para crecer. Hoy es siempre todavía.

¡ MUCHAS GRACIAS !




Alba, hacía mucho tiempo que nos merecíamos un espacio en el que expresarnos con total libertad, donde gritar nuestras ideas y dibujar nuestros pensamientos. Era necesario crear un lugar común para que el fruto de nuestro trabajo, es decir, más o menos hojas llenas de apuntes, pensamientos, sensaciones, sentimientos... no se quedaran en los cajones (o en el disco duro del PD) cogiendo polvo y pelusas. Parece justo que, después de tres años de carrera rodeadas de escritores, cojamos a la literatura por las riendas y podamos cabalgar sobre ella, y no solamente dejarnos llevar por los temarios de la facultad. ¡Ya era hora de despegar el vuelo!


¡Muchas gracias por la idea, por el esfuerzo y sobre todo por las ganas! Espero que este blog siga adelante por mucho tiempo, a pesar de los exámenes y los claustros, y sobre todo que nos sirva de motivación para seguir creando.


Un placer compartir espacio contigo y un honor... intentaré estar a la altura (literaria, claro, pues física me sería imposible ;)


¡GRACIAS!


Poema de Irene a Cuenca



Tejados de miel y arcilla
Os derretís bajo la niebla
Ocultando la vida muerta
De una ciudad que duerme,
Sueña y despierta
Por no acordarse de la primavera.

Como un mendigo yace
A la sombra de las montañas
Asustada, temerosa
acurrucada, en un rincón
alimentada por dos venas
Que fluyen por compasión.

Reminiscencias de la grande
Sí, París, la rubia
De mejillas malva y tacones de aguja
Tú, la morena
De piel obsidiana y yagas en la nuca
Te muerdes la cal
De los canales que riegan
tus veredas más oscuras.

Por tu muslo trepa
Arrastrando su cola cenicienta
Una salamandra de espalda
Incrustada de esmeraldas.
Sola, se arrastra por la piel
De tu pecho borracho
Ebrio de lírica pura
Y sueño, soñito de amargura.

Allá a lo lejos un viejo
se acerca por el camino
serpentino de Palomera.
Mece su longeva barba
sobre la cara del río
que ríe entre sollozos
las cosquillas del estío.

A la hora del otoño
Hundes tus pies en la espesura
De melenas secas, viejas, arrugadas
De los chopos agarrados
A la tierra más arisca y dura
Que más no conocí ninguna.

Y en el invierno ya la muerte
merodea por las calles
de tu vientre de tortuga.
Despliega su capa
solemne y pura
sobre la nieve y su blancura
tejiendo el rastro que marca
las arrugas de tu frente
y la edad de tu locura.

Entre sollozos de vírgenes
con sus lágrimas de cera
y plegarias de cristos
que hacen eco en las iglesias
Oigo en el silencio respirar
tus roncas chimeneas
abrigadas solamente
por la capa de una ciega.

Bailan entonces los gatos
A la sombra de tu luna
Sonrisa de una noche
Endiablada y moribunda
Que le dio a las fuentes negras
De tu boca muda, muda
El reflejo de una aurora que nace,
Ensangrentada,
entre pañales de espuma.

El sudor de tu vigilia
que se escurre por las hoces
jugando al escondite,
corriendo los callejones,
se escurre por cien rincones.
Se sienta y mece las piernas
en la musculosa catedral
que tirita y bosteza
que se estira y se rasca
el rosetón de la portada
al filo de la madrugada.

lunes, 4 de enero de 2010

Ayer fue miércoles toda la mañana

Comenzamos un año más y creemos que es el mejor momento para inagurar este blog, proyecto que lleva en nuestra mente bastante tiempo. La idea surgió mientras nos juntábamos para revisar interminables árboles sintácticos o descifrábamos códices medievales. Mientras hacíamos esto, nos distraíamos escuchando poemas de Ángel González y prometiéndonos que nos enseñaríamos lo que habíamos escrito cuando éramos más jóvenes. Ahora, en 2010, con el buen propósito de volver a escribir, hemos creado este blog. Queremos que sea una forma de obligarnos a escribir, sin presión, solo porque nos gusta. Por supuesto, queremos agradecer su atención a las personas que se han detenido a leernos y aceptamos comentarios y críticas constructivas.