miércoles, 20 de enero de 2010

Aguas abril, flores en mayo




...Hoy es siempre todavía. Y siempre llego tarde. Sin embargo, hoy es un buen día para enumerar los propósitos, las predicciones de este nuevo año que ya ha ido dejando su rastro, que ha atravesado los vidrios helados de nuestras ventanas. Se han acabado las licencias meteorológicas, las hojas se han hecho nieve, que ocupa los bancos públicos y proscribe la esperanza, la caricia, la ternura, la añoranza. La nieve decora las estatuas; sin despeinar su pelo, sin mojar sus retinas reticentes. Ellas también caerán, la espera de la tierra no les es ajena. Existen pero serán escombros hundidos en el olvido. Sin embargo, se autoengañan cubriendo su latón de arrogancia y su piedra de vanidad. Quizás, esto nos suceda a nosotros con la llegada del nuevo año, del tiempo para falsas promesas. No soy la persona más indicada para advertir sobre este tema porque he respirado nieve, me he contagiado y he desarrollado cierta maestría en el autoengaño. Y, he tenido un brote de propósitos, fruto de la pandemia social que nos amenaza. Todos los años me propongo no olvidarme del cielo de Segovia, de su color- el cielo de Segovia se alza a la distancia justa, decía María Zambrano-. Aún así, conozco mi pulso, mi aliento, mi respiración y sé que lo olvidaré pero seré capaz de ver que se acercan tiempos de maleza.
Sé que la nieve no solo me ha afectado a mí y que el riesgo de pandemia es inminente en todas las personas, por lo que, en este estado de alerta máxima, me atrevo a hacer mis predicciones. Sé que seguiré sintiendo algunas ausencias de personas a las que no me atreví a tocar por miedo a contagiarles todo lo que llevo prendido. También sonreiré cuando compruebe que me siguen esperando mientras me imaginan. Aún sigo existiendo,- me diré- la mujer que habita esta carne todavía no ha muerto. Luego acallaré los pensamientos que me dicen que el hielo ya se derritió y se llevó todo lo que habíamos construido, que hizo huecos en las aceras donde mezcló la ignominia con la trivialidad. Y volveré, volveré solo para comprobar tu manera de guardar silencio mientras esperas y para quedar inmanentemente contemplándote. Sí, supongo que ese será el mejor antiviral, lo que me librará de esta infección y me alejará de la inmovilidad. Hay que tener en cuenta que siempre quedan secuelas- una vez alguien me descubrió que te pueden crecer nenúfares en los pulmones- y que yo no me libraré de seguir persiguiendo voces de personas en cuyos labios esconden afiladas espadas, que me harán recaer, que olvidarán que es la dignidad.
Y seguiré esperando que pase esta tarde y que la siguiente se convierta en lunes, jueves o, tal vez, domingo. Todavía me quedará esperanza para invertirla en causas perdidas mientras me muestran que existe un plan de contingencia para alejarse de las miserias humanas.
Y regresaré, volveré, recaeré. La nieve de Segovia es aún más peligrosa que la que se respira en Madrid. Sin embargo, hay algo más nocivo que la nieve: los aparcamientos, la falta de agua, la especulación, los monopolios... Cuando todo esto ocurra, me recetarán que inspire el aire verde oscuro que me recuerda a Madrid y que inunda de pánico a todos los que me visitan. Y entonces entenderé que tengo suerte, mucha suerte, de estar rodeada de personas que me reconstruyen, que vigilan por mi aliento, por mi respiración. Sin embargo, sé que es inevitable el cambio, que la sangre será otra sangre, que mis ojos serán otros, pero que te seguirán buscando. Y seguiré merendando tardes mientras la enloquecida fuerza del desaliento golpea mi ventana, intentando huir de la monotonía de copos de nieve que cae tras los cristales.
Alba

1 comentario:

  1. Muy bonito, como siempre...
    Ay... el amor, el desamor, la nieve y el sol... en el fondo la única manera de vivir...

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