lunes, 24 de mayo de 2010

ODA AL ESCRITOR FRACASADO




Fingiendo orgasmos literarios

Se paso toda la vida

Atrapando versos enrabietados

Que educó con un carisma

Que daba ataques de risa

Se puso guantes de látex

Para preservar su atino

Y con más timo

que honradez, así es

Trajo al mundo letrumbeles

Que lloraron de pura pena.



Rompiendo aguas poéticas

Se le fueron las ideas por la borda

Y tras años de travesía

Por las islas de la inopia

Se quedó anclado en los ripios

del océano de las estrofas.

sábado, 1 de mayo de 2010

FELICIDADES ALBA :D




21 años frágiles como un hilo han trascurrido desde que abriste por primera vez unos ojos preciosos, los tuyos, siempre sensibles a la belleza del mundo. Unos ojos que tienen la facultad maravillosa de hacerte sentir la vida con toda intensidad, una vida que sólo tú sabes traducir a palabras de eternidad.


Decía Machado, al que tanto adoras, que las huellas de cada cual son su camino y que no hay una senda que haya que seguir, sino solo la voluntad de caminar hacia un futuro incierto. No conozco el final del trayecto, pero si algo aprendí de ti es que se ha de valorar en mayor medida cada uno de los pasos que damos y cada una de las sendas perpendiculares que se cruzan en nuestro camino, sendas que son la vida de otras personas y que se enlazan con la nuestra, algunas en un único punto para luego zigzaguear hacia un horizonte lejano y otras nos acompañan durante un largo trayecto, paralelas al trazado de nuestra vida y que, incluso, quizá nos acompañen hasta que nuestro camino llegue al mar o a la muerte.


Afortunadamente, en mi distraído trayecto he tenido la fortuna de cruzarme contigo.


A cualquier caminante que se tope con Alba le llamará la atención, a primera vista, su sonrisa perenne y su mirada atenta a los acontecimientos del mundo. A partir de ahí comienza la aventura: el descubrimiento de su alegría contagiosa, su sensibilidad artística, su ternura y su fragilidad, su generosidad y su entereza… Alba es un enigma que merece ser descifrado. Por ello, espero seguir mucho tiempo a su lado, que nuestras huellas caminen juntas para poder continuar desentrañando los misterios que esconde.

MUCHAS FELICIDADES.

lunes, 26 de abril de 2010

¡Felicidades, Irene!


Como dice Neruda, sucede que me canso de ser hombre. Sucede que me canso de mis pies y mis uñas y mi pelo y mi sombra. Cuando ocurre esto siempre está Irene para recordarme las cosas que valen la pena, para reconstruirme. Escucha mis llantos, mis lamentos que buscan ser transformadores y solo se quedan en desesperanza. Pero Irene siempre tiene una respuesta optimista a esas lágrimas, que es la mejor cola para reconstruir los miembros de una mujer que se destartala con facilidad. Y en su sonrisa mezcla la esperanza con la ilusión, la tolerancia con las ganas de hacer cosas. Aún me siento más humana cuando contemplo su generosidad, sus ganas de ayudar siempre a los demás, sea quien sea. A veces la cola que ha vertido en mi cuerpo logra atraerla hacia mí, imantizarla. Entonces es cuando disfruto el valor de las cosas simples: nuestras bocas se ríen de los bostezos, nuestras piernas corren para llegar al teatro, nuestros oídos escuchan más canciones prudentes de amor, nuestro olfato olisquea las perrunillas o nuestras manos buscan los pinchos de tortilla.
Sin embargo, a veces ella es la que se derrumba, se desmorona, pero su ruido es tan leve que las personas de su alrededor, que a menudo estamos haciendo cosas menos interesantes, no oímos el estrépito. Irene, deja que te intentemos reconstruir. Sabes que siempre tendrás a muchos restauradores dispuestos a ir más allá de tu sonrisa, a no dejarte sola ni un solo instante.
Muchas gracias, Irene, muchas gracias por no haberte cansado nunca de tus pies, de tus uñas, de tu pelo, de tu sombra. Felicidades por tus veintiuno. Espero que nunca abandones tus ideales, tus aficiones, tu forma de ver la vida... Sabes que siempre tendrás personas cerca dispuestas a cuidar por tu aliento, personas que se sentirán eternamente en deuda contigo por haberlas remodelado día a día. Yo conozco unas cuantas y me atrevo a decir en su nombre que te queremos un montón.
Por cierto, Irene ha quedado finalista en el X Concurso de Poesía de la Universidad Autónoma de Madrid, con su excelente poema “Síndrome”- que podéis leer en este blog-. ¡Enhorabuena por el éxito! Ya sabes que para mí es un honor y un privilegio poder compartir este blog con una escritora tan estupenda.


Alba

miércoles, 14 de abril de 2010

Caminante, no hay camino...



“Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas”
Ítaca Kavafis


Hay algo que palpita en mi muñeca, que se agarra fuertemente a ella, que la oprime. El ruido de gritos, de ovación de las personas que nos rodean me hace palparlo distraídamente, sujetarlo, como si quisiera transferir energía al reloj que me acompañará durante todo el camino. Aprieto el botón de inicio, me fusiono con el tiempo en la lucha que haremos juntos. Ahora este pálpito evocador se ha trasladado a mis piernas y se ha asentado en mis pies. Mientras esto sucede ruego al reloj que no se canse antes de tiempo, que no tenga prisa, que me alíe con el tiempo para llegar a mi destino. No solo el tiempo ha desviado mi atención sino que el espacio también empieza a hacerse notar. Se hace presente justo cuando mis pies se comienzan a mover, a despegar del suelo. El espacio y el tiempo; el Universo. La distancia quiere también que le rinda pleitesía. Quiere que mi viaje sea largo, que me cueste alcanzar la meta y, a la vez que disfrute de todas las bondades que el camino nos entrega.
Ya me lo advirtieron, correr una media maratón no iba a ser fácil. No me gustan los recorridos sencillos, en los que no hay que invertir nada de esfuerzo y en los que, una vez conseguido el objetivo, no queda nada de satisfacción. Me gustan los retos, me gusta sentir. Espacio, tiempo, lanzo mi guante, os planto cara. No seré la única, las miles de personas que me rodean también han hecho lo mismo. Agradezco que haya tanta gente capaz de esforzarse, de mostrarnos que las batallas se pueden hacer frente con una sonrisa, con compañerismo y sin buscar ningún tipo de beneficio material- aprendan, señores mandatarios-.
De momento no me puedo quejar, todo han sido sorpresas, emociones, alegría. Llevamos algunos kilómetros y los gritos de ánimo de la gente que se agolpa en las calles han sido nuestra energía, han sido el escudo contra el desfallecimiento prematuro. Y, ahora, al pasar por la Alameda siento que estoy viva, que la tierra no me ha esclavizado todavía. Y sé que tengo suerte, mucha suerte, de poder estar corriendo en Segovia. Veo árboles, patos, césped, agua, cielo y, en lo alto, el Alcázar. Sí, me gusta la naturaleza. Me gusta que me envuelva, me gusta respirarla. Me gusta que Segovia se revele llena de vida, bella, insólita, como solo ella sabe mostrarse.
Ya hemos pasado la Casa de la Moneda y comenzamos la subida que nos llevará al Azoguejo. La distancia ya está jugando sus primeras bazas y el cansancio se comienza a notar. Entonces pienso que me gusta la soledad. Detrás de este momento hay bastantes días de salir a correr sola, de tener una hora para conversar conmigo misma mientras mis piernas hacen el resto del trabajo. Es un placer el estar con uno mismo, el poder llegarse a conocer mejor mientras siente su respiración. Hoy hay muchos kilómetros para reflexionar conmigo misma. Además, no voy sola, tengo el privilegio de que me acompañe Isabel- bueno, de yo acompañarla a ella, porque ella ha sido la que me ha animado a correr este año-. Ella también corre, también sonríe. Entonces, yo, la mujer que siempre va conmigo- como diría Machado- me hace ser consciente de lo afortunada que soy de estar rodeada de gente como ella, que me demuestra que no se ha cansado de vivir, que hay que vivir con intensidad. Gracias, Isabel, gracias por tus ánimos en las cuestas y las alegrías compartidas a lo largo de todo el camino.
La bajada de las Canonjías me hace recordar que me también me gusta la lentitud- seguro que para sorpresa de muchos de los que me conocen- el recrearse en observar. Todo lo que nos rodea ha sobrevivido al paso del tiempo. Y eso tiene mucho mérito en esta época en la que todo tiene fecha de caducidad, en los tiempos de la fugacidad.
La cuesta que lleva a la Nueva Segovia trata de arrancarme la idílica idea de la llegada. A mis oídos llegan los ecos de los que me advirtieron que no sería fácil, que todo esto era una locura. Entonces cuesta más alzar la cabeza, dibujar sonrisas, sacar pecho, doblar las rodillas. Y no es verdad, dolor, yo te conozco. La vida se reconstituye con vida, con el agua. Un trago de agua que moja esófago, vísceras, sangre, huesos y aclara en la visión de una posible llegada a meta. También me revela que en cierto sentido me gusta esforzarme, que las cosas que cuestan se disfrutan más. La experiencia de haber corrido el año anterior me tenía que haber precavido de los sudores que me iban a envolver, de los lamentos que iba a tener que reprimir. Es curioso como nuestra memoria solo recuerda lo satisfactorio, como borra el sufrimiento y nos autoengañamos con un recuerdo feliz. Es importante luchar, no dejarse derrotar. Mientras subo la cuesta recuerdo los nombres de algunas personas que cayeron, que abandonaron. Me gustaría que subieran corriendo esta cuesta, que vieran como no todo está perdido, que los peores adoquines conducen a un lugar donde las vistas son maravillosas. Luchar, ir más allá. No se trata solo de dejar todo planteado y planificado sino de luchar- como dijo Saramago en su manifiesto de “No a la guerra”- con el corazón y el cerebro, con la voluntad y la ilusión. Luchar por acabar una media maratón. Luchar por mirar más allá del horizonte, luchar por reivindicarse como una pequeña gran superpotencia y alzar nuestro poder para exigir un cambio, el otro mundo posible.
Mientras que la distancia cada vez es menor, el tiempo corre más deprisa de lo que esperaba. Ya queda poco. El tiempo sigue en mi muñeca y sé que no será bueno. Sin embargo, los pitidos del reloj, que suenan antes de tiempo, me evocan que no hay que hacer las cosas por la recompensa sino por el simple placer de hacerlas.
Y el cartel de meta trae consigo abrazos, elogios, regalos... Me doy cuenta de que hay que precaverse contra los peligros del éxito, pues es la droga más adictiva que existe. Alguien inteligente se recobra de un fracaso, sin embargo, un tonto no se recupera nunca de un éxito. Aún así, es tiempo de disfrutar, pues mis piernas y yo ya sabemos lo que significan los veintiún kilómetros. Corran, vivan, agradezcan, sientan, luchen, observen, hablen consigo mismos y, cuando se cansen, continúen corriendo. Quien lo probó, lo sabe.

Alba T.

sábado, 27 de marzo de 2010

Se derramaron de mis manos


El amor desaparece sin darnos cuenta… y quizá, cuando nos hacemos conscientes de que se está evaporando, es ya demasiado tarde para plantearnos cuánto más podríamos haber entregado…


Se derramaron de mis manos

Las palabras de amor que nunca

eduqué para ti.

Mientras, escapaban de sus celdas

Los besos que nunca cometí


Sangraron de mis heridas

Las caricias que hipotequé

y huyerons

e escurrieron por el suelo

los versos que nunca llegue a compartir

contigo.


Dijeron que yo fui

Arena en el desierto

Que se movía con el viento

Sin fuerzas para alcanzar el mar.


Dijeron que yo fui

Vela en un entierro

Que se mecía al son del luto

Sin sentir la muerte dentro.


Este final a sangre fría

Ha quebrado mis entrañas

Dejando correr

Hebras de amor contenido

Que se esparce derretido

Aquí, a mis pies.

***
Viertan mis ojos sus cántaros

De agua salada al río

Para que se la lleve toda

Hacia el mar de los suspiros

viernes, 5 de marzo de 2010

Para vivir un año es necesario/ morirse muchas veces mucho.






A mi abuela, por sus noventa.

El día de su noventa cumpleaños, continúa destejiendo. Sus dedos han tejido mucho a lo largo de su vida; han enseñado a muchas mujeres a coser. Punto por punto nos ha ido vistiendo, acorazándonos frente a lo vulnerable. El tiempo pasa, también para sus lanas. Ahora, se siente obligada a descoser todo lo que hizo para pedir una tregua al tiempo. Sus manos van enrollando la lana en pequeños ovillos, que deshará cuando estén formados para volver a entretenerse al día siguiente. Mira por la ventana, sus ojos parecen estar buscando algo pero ya no sabe lo que espera. La mujer que ocupa este cuerpo no es Penélope, ni siquiera conoce a Ulises.
La rodean decenas de personas, que la observan con curiosidad, con admiración. Muchos aplauden su belleza, su fuerza, su vigorosidad. Ella parece observar distraída una parte del jardín. Le regalan flores con motivo de su aniversario. Intuye como alguien está colocando un ramo de rosas cerca de sus piernas. Para ella cumplir un año más no es problema ya que, al igual que una de las rosas que acaba de caer al suelo desde el ramo, es bella y fuerte.
Lucha contra el tiempo, contra el tedio, contra la amnesia. Esa es su odisea. Su mano se desliza por el trozo de lana con la esperanza de que no esté cortado para así poder completar su ovillo. Su memoria es frágil, traicionera. Se sonroja cuando le recuerdan que ha preguntado ya diez veces que de quién era el santo hoy. Sin embargo, no hay nada que el dulce no pueda arreglar y un trozo de tarta le hace sonreir.
Su mirada es arrogante. Todo lo que le rodea, todo lo que hay en ese jardín ha sido creado para realzarla. Mira al infinito. Se siente viva, sabe que todavía le recordarán muchos años, que las rosas que hoy le han regalado se marchitarán antes que ella. Se siente perpetua. Las fotografías, los halagos, las miradas atentas de los demás son su escudo contra el olvido.

Sin embargo, ella ya no es inconmovible a los suspiros, ni sus ojos son tan fuertes como para no rendirse al infinito. Su belleza caerá, acabará un día. El tiempo es más tenaz. Sus oídos oirán la espera de la tierra. La tierra espera por todos, por ella también. Volverá hacia el lugar de donde surgió, a la tierra. Será el final de la gloria erigida a la memoria, será algo disperso en el olvido. Collige virgo rosas.

Sin embargo, su sonrisa es capaz de luchar contra el paso del tiempo. Esta mujer seguirá dominando en estos lugares, sabe que todo está allí para que ella lo disfrute. No le tiene miedo al olvido porque sabe que es eterna, que ha levantado grandes pasiones entre los que la conocen. Perdurará. Seguirá regalándonos su ingenio, su forma de ver la vida, su cariño. Aún tiene cosas que enseñarnos y sabe que no está todo mostrado. Mientras, sigue haciendo ovillos, sabe que el hilo que sujeta entre sus manos tardará mucho en cortarse. Distraídamente, mira la televisión. Ve una estatua, una bonita figura femenina- quizás la representación de una diosa o una ninfa- rodeada de personas. Ve como posan un ramo de rosas en su base. Esas rosas culminarán su edad dorada. La estatua no podrá evitar convertirse en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

sábado, 20 de febrero de 2010

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POEMA DEL POETA QUE PERDIÓ LA MÉTRICA Y LA RIMA ENTRE LOS RESQUICIOS DE SUS VERSOS POR CULPA DE UN DELIRIO SEXUAL PROVOCADO POR UN INHUMANO Y PROLONGADO SÍNDROME DE ABSTINECIA.



Por no pasar la fregona
en tu rincón despechado
Se colaban las pelusas
de tu cuello en zapatillas
y en discreto camisón
entre el quicio de mi puerta
Pa’ pegarse con pasión aquí en mi pecho
Por donde mi aliento
Frío, lento
Se descorcha derramando
su espuma por el colchón.

Antes del sol, tras la luna
Elegantes tus posturas
se alineaban cual estatuas de las manos
de un Bernini picarón
justo allí. en formación
sobre mi apolillada mesa de tortura.
¡Ay, diestra imaginación!
Me vas a traer la locura
Si en sfumatto y perfectas
me tientas con tallas de Dios.
Más, sin sudokus, con Pena
y la subsiguiente borrachera
Veía dobles tus piernas, tus brazos
y... lo que extremidades no eran
Hasta tu marcha, ante mi conmoción
del brazo de la puta Ginebra.

Y no sé por qué,
Aunque el dispositivo de mis latidos
se activa con un engranaje
japonés y de los finos
Al que llamo yo sentidos
¡Ay delirios, tan reales
como dulces y rollizas manzanitas terrenales!
Que delito hubiera sido
no invitaros a una copa,
y a pasar la noche aquí
en mi lecho puro y duro
Si no pude conseguir
nadie con quien compartir
de la almohada una porción,
Un buen cacho de despecho
con champán del peleón.

Mas, bien saben mis aliños de locura
Que más que amargura siento
Sentir que me quitaste el sueño,
Y las ganas de escribir pues,
si componer pretendo
Un romance metrado y rimado
Con la matemática de los números enteros
Me salen versos cortados
Con regla de poca virtud
Más con una indecente pornografía
de poca ciencia y menor exactitud.

jueves, 11 de febrero de 2010

Instrucciones para celebrar San Valentín



En primer lugar, queremos daros las gracias por leernos, por visitarnos. Es un honor para nosotras haber llegado a las mil visitas y saber que nos leéis.

Instrucciones para celebrar el día de los enamorados


Dedicado a mis circunstancias pasadas y a la presente.

Advertencia: puede llevar a cabo estas instrucciones con cualquier persona, no hace falta que hayan firmado mil cartas de amor, ni que hayan hecho planes mirando el cielo estrellado. El ingrediente principal es la atracción. Este ingrediente es fácil de encontrar, solo hay que buscarlo en cabellos, voces, senos, ojos, gestos, sonrisas, piernas...

Nadie habrá dejado de observar que en la actualidad los folletos publicitarios están minusvalorados: son arrojados a cualquier buzón de publicidad, cubren las entradas de los portales. Despoje a los folletos del capitalismo que les recubre, haga una buena acción por los árboles que ahora se han transformado en propugnadores del mercado y del consumismo. Intentaremos acallar los susurros del papel, que se viste de argumentos de color rojo para recordarnos el valor- en todos los sentidos- del amor. Recoja los folletos que encuentre, también puede añadir extractos bancarios, facturas… Mezcle papeles que anuncian escapadas románticas, con anillos de oro vendidos por el Corte Inglés o con cenas con baile. Antes de que llegue la persona que le ayudó a adquirir el ingrediente de la atracción, del que ya hemos hablado antes, prepare un chocolate con bizcochos. Deje deliberadamente uno de los folletos que ha cogido esa mañana encima de la mesa. Cuando esa persona llegue, pídale que se siente al otro lado de la mesa. Moje con cuidado el bizcocho en el chocolate y acérquelo hacia la boca del comensal. Después irá viendo como sus labios se entreabren, como su lengua colorada espera el bizcocho. No sea cuidadoso, una mancha de chocolate en la comisura de los labios da un toque especial, sugerente, dulce. Salga de la habitación, trate de hacer que la incertidumbre se mezcle con el olor a chocolate. Espíe los movimientos de su invitado o invitada, imagínele. Cuando nuestro invitado se aburra empezará a hojear el folleto que usted dejó encima de la mesa. Mientras esto ocurre, enrolle uno de los folletos. Entre sigilosamente en la habitación y golpee suavemente con el folleto enrollado a su convidado. Proponga un reto, un cuerpo a cuerpo, una lucha de celulosa. Corran por toda la casa, escondiéndose en los lugares más extraños. Acorrálele en el baño. Observe como el sudor cae por su frente, como la camiseta se comienzan a mojar. Proponga una ducha para lavarse, para despojarse de los golpes que las ofertas y el dinero han dejado en nuestro cuerpo. Sea raudo y utilice el plástico que precinta uno de los folletos para atar las manos a su contrincante. Muestre una actitud amenazadora, dele a elegir entre sus labios o la vida. Espere si todavía el deseo no ha estallado, contemple la concupiscencia posada en su cuerpo, no deje que se desnude todavía. Mantenga sujeta a su presa, procure que no quede intacto ni un poro en la batalla. Condúzcale hasta la ducha. Deje que el agua les moje, les cale, humedezca todo el ambiente. Disfrute del placer de ver cómo una gota va haciendo surcos sobre sus cuerpos, como resbala y moja el papel, borrando los números y difuminando las ideas consumistas. Despójense de todas las trampas, de todos los datos. Protéjanse del agua con sus brazos, con su cuerpo. Empapele el suelo del baño con hojas de los folletos. Túmbense en el suelo, sientan como el papel recubre sus cuerpos mojados, sus cuerpos anudados. Después de todo, muestre sus habilidades para la papiroflexia, haga una flor con las hojas de los folletos sobrantes; regálesela a su compañero en señal de paz.
Recojan los papeles y salgan a la calle para echarlos en el contenedor azul. Den un paseo. A la vuelta, recojan más folletos, por si acaso.

Alba T.

viernes, 29 de enero de 2010

Desastre




Rodillas en el suelo
dialogan con la grava
y las astillas del desastre.

Manos vacías de todo
plenas de nada y sólo
polvo en la piel,
en las entrañas.

El horizonte ha estallado:
la yema del sol se escurre
desmembrada entre los dedos
de pies sin cuerpos
que soportar ya más.

Los cristales del cielo
traspasan ojos tan blandos
que quiebran en llanto
gritando;
hieren miembros
sin inocencia ya.

La sangre se escurre
entre las migajas de vida
que no quedan
huye
a un lugar donde quede lejos
muy lejos
Haití.

miércoles, 20 de enero de 2010

Aguas abril, flores en mayo




...Hoy es siempre todavía. Y siempre llego tarde. Sin embargo, hoy es un buen día para enumerar los propósitos, las predicciones de este nuevo año que ya ha ido dejando su rastro, que ha atravesado los vidrios helados de nuestras ventanas. Se han acabado las licencias meteorológicas, las hojas se han hecho nieve, que ocupa los bancos públicos y proscribe la esperanza, la caricia, la ternura, la añoranza. La nieve decora las estatuas; sin despeinar su pelo, sin mojar sus retinas reticentes. Ellas también caerán, la espera de la tierra no les es ajena. Existen pero serán escombros hundidos en el olvido. Sin embargo, se autoengañan cubriendo su latón de arrogancia y su piedra de vanidad. Quizás, esto nos suceda a nosotros con la llegada del nuevo año, del tiempo para falsas promesas. No soy la persona más indicada para advertir sobre este tema porque he respirado nieve, me he contagiado y he desarrollado cierta maestría en el autoengaño. Y, he tenido un brote de propósitos, fruto de la pandemia social que nos amenaza. Todos los años me propongo no olvidarme del cielo de Segovia, de su color- el cielo de Segovia se alza a la distancia justa, decía María Zambrano-. Aún así, conozco mi pulso, mi aliento, mi respiración y sé que lo olvidaré pero seré capaz de ver que se acercan tiempos de maleza.
Sé que la nieve no solo me ha afectado a mí y que el riesgo de pandemia es inminente en todas las personas, por lo que, en este estado de alerta máxima, me atrevo a hacer mis predicciones. Sé que seguiré sintiendo algunas ausencias de personas a las que no me atreví a tocar por miedo a contagiarles todo lo que llevo prendido. También sonreiré cuando compruebe que me siguen esperando mientras me imaginan. Aún sigo existiendo,- me diré- la mujer que habita esta carne todavía no ha muerto. Luego acallaré los pensamientos que me dicen que el hielo ya se derritió y se llevó todo lo que habíamos construido, que hizo huecos en las aceras donde mezcló la ignominia con la trivialidad. Y volveré, volveré solo para comprobar tu manera de guardar silencio mientras esperas y para quedar inmanentemente contemplándote. Sí, supongo que ese será el mejor antiviral, lo que me librará de esta infección y me alejará de la inmovilidad. Hay que tener en cuenta que siempre quedan secuelas- una vez alguien me descubrió que te pueden crecer nenúfares en los pulmones- y que yo no me libraré de seguir persiguiendo voces de personas en cuyos labios esconden afiladas espadas, que me harán recaer, que olvidarán que es la dignidad.
Y seguiré esperando que pase esta tarde y que la siguiente se convierta en lunes, jueves o, tal vez, domingo. Todavía me quedará esperanza para invertirla en causas perdidas mientras me muestran que existe un plan de contingencia para alejarse de las miserias humanas.
Y regresaré, volveré, recaeré. La nieve de Segovia es aún más peligrosa que la que se respira en Madrid. Sin embargo, hay algo más nocivo que la nieve: los aparcamientos, la falta de agua, la especulación, los monopolios... Cuando todo esto ocurra, me recetarán que inspire el aire verde oscuro que me recuerda a Madrid y que inunda de pánico a todos los que me visitan. Y entonces entenderé que tengo suerte, mucha suerte, de estar rodeada de personas que me reconstruyen, que vigilan por mi aliento, por mi respiración. Sin embargo, sé que es inevitable el cambio, que la sangre será otra sangre, que mis ojos serán otros, pero que te seguirán buscando. Y seguiré merendando tardes mientras la enloquecida fuerza del desaliento golpea mi ventana, intentando huir de la monotonía de copos de nieve que cae tras los cristales.
Alba

domingo, 10 de enero de 2010

tarde desierta





Guitarra atragantada:

Frena el emanar de las cábalas
escapadas de un pasado pesado,
pisado y abandonado.
Esa esencia a gruta maldita.
Ese sentido ácido, amoniaco.
¿Porque
el sueño no puede llevarme mientras
escucho tu grito maldito?


Se encarna en mi piel ese agosto,
ese arrullo de olas

desoladas
que suicidas hacia la orilla
corren
arrastrando los colores
del horizonte:
cementerio de peces sin rumbo.


Y mi paz en la arena tendida
a mi lado se muere

dormida;
un niño

se alborota en la lejanía
y un eco de libro acabado.

***

Su voz, TU voz
tu imaginada e hiriente voz no puedo
más que ocultar escribiendo
con lágrimas en la arena
el epílogo de una tarde más

desierta.

martes, 5 de enero de 2010

A veces, en octubre, es lo que pasa



Irene, el gusto y agradecimiento por poder compartir este espacio contigo es mío. Sin Irene, sin sus ánimos, nada de esto hubiera sido posible. En Filología Hispánica no solo he descubierto autores, textos o morfemas, sino que he conocido gente como Irene, que me ha enseñado a ver la esencia de las cosas donde yo pensaba que no había nada, que ha conseguido que sonría durante la clase más aburrida o que me ha permitido contagiarme de sus valores. Yo soy la que espero estar a tu altura literariamente. Desde luego, como persona, amiga, compañera, "rival" en el claustro, ya has dejado el nivel muy alto.

Sin más dilación, os presento el texto que nos hizo plantearnos la creación de este espacio. Todo sucedió el pasado octubre. A veces es bueno sentarse a pensar en lo que está sucediendo, en lo que seré, en lo que fui. Para mí, octubre es el mes idóneo. Por ello, volviendo a asaltar sin licencia a ciertos poetas y por la promesa a personas de mi entorno de que todavía era capaz de sentarme a escribir, surgió esto.



A veces, en octubre, es lo que pasa. Ya lo decía Ángel González; octubre nos llena de inquietud súbitamente y de desesperanza. Sin embargo, he decidido convertir sus palabras en susurros que dispersa el viento; que azotan el cielo, el mar violento. Octubre es algo que siempre llega. El tiempo no para, no cesa; pero sí nos modifica, nos transforma- siempre los mismos y siempre diferentes... Prueba de la constancia del tiempo y de cómo pasa, incesante, regalándonos días que ya no volverán, es que estoy aquí, sentada, viviendo el vigésimo primer octubre de mi vida; hoja que va cayendo, marchita, cansada, sobre la hojarasca de recuerdos, de experiencia, que espolvorea el suelo donde piso. Hace una año quizás hiciese más frío, quien sabe si al tiempo también le cuesta arrastrar consigo todas esas hojas, tratar de llevar muy lejos nuestros recuerdos amarillentos, para dejarnos desnudos, deshojados, desamparados frente a él. Quizás, nos quiera conceder una tregua, que el frío no oxide aún nuestras orillas, que tengamos tiempo de reflexionar, de construirnos, de brotar, mientras contemplamos el devenir de las aguas en un estanque cualquiera, mientras recordamos que ya nunca nos bañaremos en el mismo agua. He de agradecer esta licencia metereológica pues los cambios de tiempo siempre han resentido mis articulaciones, haciendo que esta artritis metafísica me punce aún más fuerte, que me evoque mi fuerte fragilidad. Sin embargo, por mucho que este octubre trate de engañarnos con falsos soles y golondrinas que aún llaman jugando a nuestros cristales, a mí me obliga a hacer el inventario de lo escrito, de lo vivido. Mucha gente me pregunta por qué ya no escribo, por qué soy una escritora que no escribe. Es duro sentarse ante una pantalla fría, sola, sin hojas, con el cuerpo oxidado. Delante de mí tengo algunas líneas, escritas a día de hoy el año pasado por supervivencia, que demuestran que las metáforas- las musas creo que ya tienen suficiente trabajo- no me han concedido su benevolencia. Por aquel entonces, parecía saber que la culpa no era mía, sino de la capa de cemento, latón que me recubría y que ensordecía el eco de mis entrañas. Rogaba que alguien me descubriera el lenguaje, la coherencia; que me esculpiera para no ser estatua que no ve, que no siente, que se adocena en su entorno. ¡Cómo me hubiera gustado poner el fuego donde pusiera la vida, prender la luz, despeinar el alma! Sin embargo, la lluvia, que ahora se niega a caer, ha borrado toda esperanza, ha reforzado mi apatía, llenando de gotas mi vacío. Voy a evitar hablar del porvenir- te llaman porvenir, porque no vienes nunca- pues este no va a venir a comer de mi mano. No tiene sentido seguir lamentándome sobre mi doble personalidad, sobre mi mar acogedor y mi cielo violento. Quizás merezca la pena llenar los pulmones del aire verdoso que lleva a lugares lejanos, mirar más allá del horizonte, dejar que el infinito me impregne- mientras haya infinito, habrá esperanza-. El curso de las aguas, gracias a esta sequía, es muy lento. Imito el curso que se rebela para no llegar otra vez a los mismos lugares, no encontrarse con los mimos tópicos, no caer una y otra vez en los mismos errores. Esta vez no he refrenado mi marcha, he vuelto a lugares donde he sido feliz, muy feliz, y donde no debería haber regresado nunca. Me he sentado con la intención de raspar el óxido de los recuerdos, de quitarme las cenizas de lo que fui para renacer, para crecer. Hoy es siempre todavía.

¡ MUCHAS GRACIAS !




Alba, hacía mucho tiempo que nos merecíamos un espacio en el que expresarnos con total libertad, donde gritar nuestras ideas y dibujar nuestros pensamientos. Era necesario crear un lugar común para que el fruto de nuestro trabajo, es decir, más o menos hojas llenas de apuntes, pensamientos, sensaciones, sentimientos... no se quedaran en los cajones (o en el disco duro del PD) cogiendo polvo y pelusas. Parece justo que, después de tres años de carrera rodeadas de escritores, cojamos a la literatura por las riendas y podamos cabalgar sobre ella, y no solamente dejarnos llevar por los temarios de la facultad. ¡Ya era hora de despegar el vuelo!


¡Muchas gracias por la idea, por el esfuerzo y sobre todo por las ganas! Espero que este blog siga adelante por mucho tiempo, a pesar de los exámenes y los claustros, y sobre todo que nos sirva de motivación para seguir creando.


Un placer compartir espacio contigo y un honor... intentaré estar a la altura (literaria, claro, pues física me sería imposible ;)


¡GRACIAS!


Poema de Irene a Cuenca



Tejados de miel y arcilla
Os derretís bajo la niebla
Ocultando la vida muerta
De una ciudad que duerme,
Sueña y despierta
Por no acordarse de la primavera.

Como un mendigo yace
A la sombra de las montañas
Asustada, temerosa
acurrucada, en un rincón
alimentada por dos venas
Que fluyen por compasión.

Reminiscencias de la grande
Sí, París, la rubia
De mejillas malva y tacones de aguja
Tú, la morena
De piel obsidiana y yagas en la nuca
Te muerdes la cal
De los canales que riegan
tus veredas más oscuras.

Por tu muslo trepa
Arrastrando su cola cenicienta
Una salamandra de espalda
Incrustada de esmeraldas.
Sola, se arrastra por la piel
De tu pecho borracho
Ebrio de lírica pura
Y sueño, soñito de amargura.

Allá a lo lejos un viejo
se acerca por el camino
serpentino de Palomera.
Mece su longeva barba
sobre la cara del río
que ríe entre sollozos
las cosquillas del estío.

A la hora del otoño
Hundes tus pies en la espesura
De melenas secas, viejas, arrugadas
De los chopos agarrados
A la tierra más arisca y dura
Que más no conocí ninguna.

Y en el invierno ya la muerte
merodea por las calles
de tu vientre de tortuga.
Despliega su capa
solemne y pura
sobre la nieve y su blancura
tejiendo el rastro que marca
las arrugas de tu frente
y la edad de tu locura.

Entre sollozos de vírgenes
con sus lágrimas de cera
y plegarias de cristos
que hacen eco en las iglesias
Oigo en el silencio respirar
tus roncas chimeneas
abrigadas solamente
por la capa de una ciega.

Bailan entonces los gatos
A la sombra de tu luna
Sonrisa de una noche
Endiablada y moribunda
Que le dio a las fuentes negras
De tu boca muda, muda
El reflejo de una aurora que nace,
Ensangrentada,
entre pañales de espuma.

El sudor de tu vigilia
que se escurre por las hoces
jugando al escondite,
corriendo los callejones,
se escurre por cien rincones.
Se sienta y mece las piernas
en la musculosa catedral
que tirita y bosteza
que se estira y se rasca
el rosetón de la portada
al filo de la madrugada.

lunes, 4 de enero de 2010

Ayer fue miércoles toda la mañana

Comenzamos un año más y creemos que es el mejor momento para inagurar este blog, proyecto que lleva en nuestra mente bastante tiempo. La idea surgió mientras nos juntábamos para revisar interminables árboles sintácticos o descifrábamos códices medievales. Mientras hacíamos esto, nos distraíamos escuchando poemas de Ángel González y prometiéndonos que nos enseñaríamos lo que habíamos escrito cuando éramos más jóvenes. Ahora, en 2010, con el buen propósito de volver a escribir, hemos creado este blog. Queremos que sea una forma de obligarnos a escribir, sin presión, solo porque nos gusta. Por supuesto, queremos agradecer su atención a las personas que se han detenido a leernos y aceptamos comentarios y críticas constructivas.