martes, 5 de enero de 2010

A veces, en octubre, es lo que pasa



Irene, el gusto y agradecimiento por poder compartir este espacio contigo es mío. Sin Irene, sin sus ánimos, nada de esto hubiera sido posible. En Filología Hispánica no solo he descubierto autores, textos o morfemas, sino que he conocido gente como Irene, que me ha enseñado a ver la esencia de las cosas donde yo pensaba que no había nada, que ha conseguido que sonría durante la clase más aburrida o que me ha permitido contagiarme de sus valores. Yo soy la que espero estar a tu altura literariamente. Desde luego, como persona, amiga, compañera, "rival" en el claustro, ya has dejado el nivel muy alto.

Sin más dilación, os presento el texto que nos hizo plantearnos la creación de este espacio. Todo sucedió el pasado octubre. A veces es bueno sentarse a pensar en lo que está sucediendo, en lo que seré, en lo que fui. Para mí, octubre es el mes idóneo. Por ello, volviendo a asaltar sin licencia a ciertos poetas y por la promesa a personas de mi entorno de que todavía era capaz de sentarme a escribir, surgió esto.



A veces, en octubre, es lo que pasa. Ya lo decía Ángel González; octubre nos llena de inquietud súbitamente y de desesperanza. Sin embargo, he decidido convertir sus palabras en susurros que dispersa el viento; que azotan el cielo, el mar violento. Octubre es algo que siempre llega. El tiempo no para, no cesa; pero sí nos modifica, nos transforma- siempre los mismos y siempre diferentes... Prueba de la constancia del tiempo y de cómo pasa, incesante, regalándonos días que ya no volverán, es que estoy aquí, sentada, viviendo el vigésimo primer octubre de mi vida; hoja que va cayendo, marchita, cansada, sobre la hojarasca de recuerdos, de experiencia, que espolvorea el suelo donde piso. Hace una año quizás hiciese más frío, quien sabe si al tiempo también le cuesta arrastrar consigo todas esas hojas, tratar de llevar muy lejos nuestros recuerdos amarillentos, para dejarnos desnudos, deshojados, desamparados frente a él. Quizás, nos quiera conceder una tregua, que el frío no oxide aún nuestras orillas, que tengamos tiempo de reflexionar, de construirnos, de brotar, mientras contemplamos el devenir de las aguas en un estanque cualquiera, mientras recordamos que ya nunca nos bañaremos en el mismo agua. He de agradecer esta licencia metereológica pues los cambios de tiempo siempre han resentido mis articulaciones, haciendo que esta artritis metafísica me punce aún más fuerte, que me evoque mi fuerte fragilidad. Sin embargo, por mucho que este octubre trate de engañarnos con falsos soles y golondrinas que aún llaman jugando a nuestros cristales, a mí me obliga a hacer el inventario de lo escrito, de lo vivido. Mucha gente me pregunta por qué ya no escribo, por qué soy una escritora que no escribe. Es duro sentarse ante una pantalla fría, sola, sin hojas, con el cuerpo oxidado. Delante de mí tengo algunas líneas, escritas a día de hoy el año pasado por supervivencia, que demuestran que las metáforas- las musas creo que ya tienen suficiente trabajo- no me han concedido su benevolencia. Por aquel entonces, parecía saber que la culpa no era mía, sino de la capa de cemento, latón que me recubría y que ensordecía el eco de mis entrañas. Rogaba que alguien me descubriera el lenguaje, la coherencia; que me esculpiera para no ser estatua que no ve, que no siente, que se adocena en su entorno. ¡Cómo me hubiera gustado poner el fuego donde pusiera la vida, prender la luz, despeinar el alma! Sin embargo, la lluvia, que ahora se niega a caer, ha borrado toda esperanza, ha reforzado mi apatía, llenando de gotas mi vacío. Voy a evitar hablar del porvenir- te llaman porvenir, porque no vienes nunca- pues este no va a venir a comer de mi mano. No tiene sentido seguir lamentándome sobre mi doble personalidad, sobre mi mar acogedor y mi cielo violento. Quizás merezca la pena llenar los pulmones del aire verdoso que lleva a lugares lejanos, mirar más allá del horizonte, dejar que el infinito me impregne- mientras haya infinito, habrá esperanza-. El curso de las aguas, gracias a esta sequía, es muy lento. Imito el curso que se rebela para no llegar otra vez a los mismos lugares, no encontrarse con los mimos tópicos, no caer una y otra vez en los mismos errores. Esta vez no he refrenado mi marcha, he vuelto a lugares donde he sido feliz, muy feliz, y donde no debería haber regresado nunca. Me he sentado con la intención de raspar el óxido de los recuerdos, de quitarme las cenizas de lo que fui para renacer, para crecer. Hoy es siempre todavía.

3 comentarios:

  1. Mucha suerte con vuestro blog, y ¡bienvenidas a la blogosfera! Os seguiré leyendo. Saludos.

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  2. Perfecto, como siempre. Yo he decidido que ya que escribir no es lo mío últimamente, voy a dedicarme a la música, la fotografía y la pintura... pero si no encuentro tiempo para escribir, ¿de dónde quiero sacarlo para pintar?

    Adivinad quién soy... ;)

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  3. Me encanta,por fin algo que os obligue a hacer lo que sabeis hacer de forma tan maravillosa.Ya era hora!!!Que este proyecto no muera y que sigais escribiendo tan bien!

    El anonimo del otro blogg!!!

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